Pequeñas escapadas

Conocí Toledo un caluroso día de agosto, hace años. Entonces, mi hermano, Pablo, y yo conseguimos que nuestra tía nos invitara a comer en el que quizá fuera -y sea- el mejor restaurante: Adolfo (Hombre de Palo, 7. www.grupoadolfo.com). Apuntábamos maneras...

He vuelto recientemente. Una noche en la que descubrí que esa ciudad y los tacones no son compatibles, a pesar de las cuestas provistas de barandillas. Y también un sábado, realmente especial.

Regresé a Adolfo, esta vez a su espectacular terraza de la azotea. Me convencí de que si fuera gato, sin duda, no bajaría de los tejados.



Descubrí El Botero (Ciudad, 5. www.tabernaelbotero.com). Taberna con suelos coloristas, estampas taurinas y una selección de vinos, destilados y comidita que la convierten en una de las pistas más aconsejables.




(© Fotos Cardamomo y clavo)

Y me convencí de la belleza y suculencia que Locum (Locum, 6. www.locum.es) alberga. La de su artesonado que te devuelve al pasado y la de una cocina, obra de Víctor Sánchez-Beato, que te hace sentir feliz. Sí, de principio -con ese Pan tomate con cecina de ciervo y ajoblanco- y ese final -gin tonic con kiwi-.

Toledo, pequeña escapada. Suelen ser las mejores.

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