Esas pequeñas cosas

Hablé de los seres que habitaron en el pantano de mi infancia, en Soria. Y allí he regresado.

Mediados de agosto y sin plan. Las excusas perfectas para aceptar el más cercano, sin aeropuertos ni kilómetros por delante. Y ha sido como debe ser esta estación del año: inolvidable. Como cuando éramos pequeños y al terminar junio, y dejar de sacar punta a los lápices, daba comienzo ese periodo en el que, sin duda, podía suceder todo.

Y como cuando éramos niños han sido días de desayunos de Cola Cao frío, con esas burbujitas taaan ricas. De meriendas de chocolate y pan, caligrafía, dictados y siestas obligadas. Como entonces, esta vez tampoco han colado. Pero también de rodillas marcadas por no subir a la superficie por la escalera de la piscina y sí por el bordillo. De tirarse en bomba, una y otra vez.

De picaduras de mosquitos, aperitivo improvisado en la parte de atrás de casa, allí donde está la sombra, y de atardeceres y cielos que enmudecen.

Pero también ha sido un verano de despedidas. De saber, una vez más aunque luego a menudo se olvide, que esta vida hay que exprimirla.

Gracias, Claudia.

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