Verdadera vocación

Lo pienso a diario. Mi verdadera vocación no es escribir, comunicar ni ejercer como relaciones públicas. Es leer.

Debí haber dirigido mis pasos hacia otro trabajo: lectora profesional. Sí, sí, existe dicha actividad y está remunerada (o lo estaba, que con lo barato que andan estas tareas...). Consiste en leer con criterio y saber discernir las historias buenas de las malas. Las bien escritas de las mal escritas.

¿Quizá esté a tiempo? ¿Quizá deba intentarlo? Sería feliz, en la cama, calentita, horas y horas pasando las hojas.

Mientras sueño, sigo leyendo.

Resulta fascinante recuperar lecturas de ese genio llamado Gabriel García Márquez. Paladeé El amor en los tiempos del cólera, pura poesía; y pienso ya en volver a la mágica y maravillosa historia de la saga de los Buendía en Cien años de soledad.

Continúo regocijándome en ese punto de melancolía y tristeza de la literatura oriental. Ahora me toca Kinshu. Tapiz de otoño, que me recomendó Aída, de la librería A Punto (www.apuntolibreria.com). Es una historia tan triste que duele de veras.

De la misma editorial, Ediciones Alfabia, es Sukkwan Island. La historia de un padre y un hijo que me robó una omatopeya de auténtico susto. Creo que no me había sucedido hasta entonces. Muy recomendable pese a la dureza.


Y diré que La Ladrona de libros me encantó. Y que si no alcanzo mi primer sueño, no estaría mal convertirme en esto último. Asaltaría, claro, librerías. Si bien... tendría que hacerlo de noche o disfrazada con ingenio, porque me conocen en una sí y en otra también.

Sueño con leer.

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