Sin rumbo

Pero hacia el norte. Y en furgoneta.

Mi vida se mueve entre polos opuestos. A veces, debido a este bendito -y a veces surrealista trabajo- duermo en hoteles que nunca podría pagar. Y reconozco que no me siento cómoda en aquellos en los que, a media tarde, entra una dama en la habitación y deja preparada la cama. Con las zapatillas junto a ella y unos bombones en la mesilla.

Si me dan a elegir, me quedo, sin duda, con nuestra furgoneta. Realmente, es la de mi hermano Nacho, pero hemos llegado a un acuerdo y nosotros pagamos el mantenimiento. Así que: ¡Es un poquito nuestra!

En ella, con las ventanillas abiertas, admirando el campo y la luz, hemos viajado sin rumbo, pero hacia el norte.



Sin rumbo porque no sabíamos dónde dormir ni qué lugares visitar. Amanecíamos siempre junto al mar y durante un hedonista desayuno planeábamos las siguientes horas. O no.




He disfrutado con tantas flores tardías, fruto de las lluvias. Entre ellas, orquídeas silvestres. Como las de mi infancia.






Con Galicia y esas playas idílicas en las que un pez llamado faneca decidió que mi piececillo era apetecible. Y me picó.

Con el pan de esa tierra, el marisco de Suso (www.marisqueriasuso.es), en Coruña, y con el viento desatado en la Isla de Arosa.

De allí, sin rumbo pero hacia a Asturias. Y he soñado con vivir en esa tierra en la que la montaña dista apenas unos kilómetros del mar. Que tiene playas como Poo, Cue o Torimbia.








Y, claro, he envidiado la nueva vida de Ángela y Alfonso. Trabajan, y mucho, en Living Comunicación (www.livingcomunicacion.com), pero también montan en bici, bucean, toman sidra, se dejan acariciar por el sol.

Con ellos, he comprobado (una vez más) que soy glotona por naturaleza. Ni más ni menos. 

Bocartes, tortos con picadillo, cecina y salsa de cabrales, así como ese gran hallazgo llamado 'cachopu' fue su maravillosa cena de bienvenida en la terraza de El Dorado.






Antes de marchar, ya en la furgo: helado de plátano y crema tostada. De la Heladería Revuelta.




(© Fotos Cyc)

Apenas fueron 48 horas así que en la próxima visita seguiré los consejos de Ángela y reservaré mesa en la casa de Ricardo Sotres, El Retiro, en Llanes caminito de Pancar.



(© Foto Ricardo Sotres)

Y como procuraré que la visita se prolongue durante unos días, en Avilés, yo que siempre tengo hambre y si la cocina es nikkei más, me dejaré caer por Ronda 14 (www.ronda14.com), y degustaré los platos de su chef Mario Céspedes.


(© Foto Ronda 14)

Será pronto.

Próxima parada: Cantabria. Otra tierra que cada vez que la visito me cautiva más y más. Aunque la playa de Oyambre no fuera el lugar idóneo para dormir, pero repetería, ahora y luego también, el desayuno en San Vicente de la Barquera, el paseo por Santander con la visita obligada a su faro. Allí, un café bien cargado, una conversación sobre la felicidad y de camino a Logroño.

Viajar en furgoneta tiene tantas ventajas como girar en el cruce siguiente, equivocarte y descubrir que, al margen de autopistas, existen carreteras secundarias.

Ellas te llevan por lugares mágicos. Sin rumbo, pero hacia el norte.

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