I love salads

Por fortuna, parece que mi verano va de libros. Y digo por fortuna porque, como confesé, por momentos perdí el hábito de lectura. Pero ya lo recuperé y no estoy dispuesta a alejarme de las páginas de papel, sí, de papel, que tanto placer me han proporcionado a lo largo de mi vida.

El hábito que no logro abandonar, aunque así lo desee, es el de comer. Por suerte (porque soy una suertuda), mi madre me enseñó a que fuera saludablemente y gracias a mi trabajo como periodista especializada en gastronomía, he tenido la suerte de acrecentarlo.

Así que en estos días de calor y persianas bajadas, me siento resguardada y feliz leyendo, día sí y día también, el libro de David Bez: Salad Love. Leyéndolo y comiendo ensaladas y yogur helado.




Supe de él gracias a una entrevista en el suplemento dominical y yo, que sí soy de las que se someten a la influencia de la publicidad, lo anoté en la lista de 'Títulos imprescindibles'. Y, claro, me hice con él rápidamente. 

Su autor, afincado en Londres, ideó cada día una ensalada para no caer en la comida basura. Era fácil hacerlo dada su esclavitud al ordenador y el pequeño tiempo del que disponía para comer. Decidió hacerse con las herramientas e ingredientes, y no improvisar. Siguió un plan perfectamente establecido. Porque en cuestiones de apetito ya se sabe que improvisar lleva a lo fácil, esto es, al bocata del bar de la esquina o a la pizza que llega en moto, rauda y veloz. 

Bez, de origen italiano y acostumbrado a la buena mesa, creó un blog en el que compartía, cada día, una receta que tan solo requería voluntad, comprar los ingredientes con antelación e invertir apenas 20 minutos. 

Su destreza, imaginación y voluntad de alimentarse para sentirse bien y disfrutar, se convirtió en un libro que incluye, nada más y nada menos, que 260 sugerencias. Las hay elaboradas con verduras, fruta, pescado, carne, queso, cereales, legumbres, especias... Todas ideales y apetecibles -muy apetecibles- para quienes comemos de todo y también para quienes restringen el consumo de algún alimento. 




Y si él comía pegado al ordenador, yo confesaré que casi cada mañana, delante del mío, pienso en qué me apetece comer. La diferencia es que yo todavía no he desarrollado su capacidad de planificación y me veo obligada a improvisar. Pero es divertido coger ideas de una o varias de sus recetas. 




Porque este verano, más que nunca, adoro bajar las persianas, leer y comer ensaladas. Y yogur helado, sí, yogur helado también. 

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