Ir a lo tuyo
Hoy, tengo dos opciones.
Escribir sobre cuánto me gusta Lanzarote y lo marciana que me parece.
O volver a recomendar dos libros muy tristes. Me quedo con la segunda.
Precisamente, en los vuelos a la isla leí ambos títulos.
El primero es Tiempo de vida, escrito por Marcos Giralt Torrente y que me recomendó Anabel. De ella me fío a ciegas en lo que a lecturas se refiere. Porque ella, además, sabe de mi debilidad por la tristeza, el duelo y las emociones relacionadas con la muerte.
Aunque resulta ágil, al principio, hubo algún momento en el que pensé que no me interesaba conocer la rutina del autor y de su padre tan al detalle. Pero qué va, después, me di cuenta de que quería saber más y, sobre todo, conocer aquellos sentimientos, a veces encontrados, que provocaban los gestos más cotidianos.
Este libro me ha convencido, por si lo había olvidado, de que el tiempo pasa volando y que llega un momento en el que es habitual arrepentirse de lo no dicho, de lo no hecho... Sobre todo, con nuestros padres.
A mí, últimamente, me ha dado por mirarles. Siempre hemos conversado mucho, casi siempre fue, ha sido y es paseando por caminos de nuestros pueblitos buenos, pero ahora siento que no queda tanto tiempo y que debo mirarles mucho para que su imagen no se me olvide nunca.
También estoy aprendiendo a besarles más.
También estoy aprendiendo a besarles más.
De padres, infancia y primeras veces trata la novela de Manuel Jabois. A él me encanta escucharle temprano, cada mañana, de lunes a viernes, en Cadena Ser. Y él ha firmado Malaherba.
Me gusta cómo narra recuerdos de barrio, de los malotes y de la pereza de tener que combatirles cuando tú lo único que deseas es ir a lo tuyo. En la vida de casi todos hay algún malote; en la mía, también los hubo: en el instituto, en el pueblo, durante el verano...
Ahora, cuando les veo, chicas y chicos, ya casi señoras y señores (aunque llevemos converse...), pienso en las vueltas que da la vida y en la suerte que tengo y tuve siempre de ser descarada y de no temer a casi nada y a casi nadie.
Ahora, cuando les veo, chicas y chicos, ya casi señoras y señores (aunque llevemos converse...), pienso en las vueltas que da la vida y en la suerte que tengo y tuve siempre de ser descarada y de no temer a casi nada y a casi nadie.
No todo el mundo es así y nadie debería tener que demostrarlo. Bastaría con poder ir a lo tuyo.
La infancia puede ser jodida y la adolescencia, incluso más.
La infancia puede ser jodida y la adolescencia, incluso más.
Malaherba es un bello relato sobre ser diferente, sentir diferente y saberse diferente.
Y sí, también es muy triste. Profundamente triste.
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