Lecturas determinantes

Hace unos días, hablaba con Susana sobre libros. Me preguntó cuáles habían sido esenciales para mí; ella tenía clarísimos los títulos que habían supuesto un antes y un después en su biografía literaria y personal. Me sugirió este post y aquí va. 

De entrada os diré que, una vez que me lo he planteado, responder no me resulta tan fácil. 

Pero voy a intentarlo.



Me marcó muchísimo Cien años de soledad, Gabriel García Márquez. 

Supongo que ya lo he contado, pero recuerdo que lo leí, o devoré para ser exacta, un día que no fui al instituto porque me encontraba mal. 

Iba a 2º de BUP y el profesor de entonces de literatura nos pedía redacciones semanales. No sé qué escribí tras su lectura, pero me preguntó sorprendido si había leído el libro de García Márquez. 

Su lectura supuso abrir una ventana a otro mundo lleno de fantasía y magia. Después, leí casi todo de Gabriel García Márquez, incluidas sus memorias que me parecieron muy bonitas. Y eso que a mí el género autobiográfico no me interesa de entrada. Ese libro me lo regaló Sandra. 



Me encantó y me sigue encantando Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes. 

Creo que es una obra divertidísima, pero que su lectura haya sido obligatoria en la educación (desconozco si sigue siéndolo) ha jugado en su contra. Intuyo que muchas personas se acercaron a esta joya a la fuerza y dado su tamaño y el lenguaje, decidieron que era un ladrillo. Para nada, es una maravilla. 

Cursando Periodismo en Getafe, participé como voluntaria en la lectura continuada del Día del Libro en el Círculo de Bellas Artes. Además, me dieron acceso gratuito al centro y a su cafetería durante un año, y me pareció el regalo del siglo. 

También visité en su momento el Museo casa natal de Cervantes situado en Alcalá de Henares. Lo recomiendo. 

Yo, que siempre he sido precavida, supe que en el próximo curso de Filología Hispánica tendría que leer Fortunata y Jacinta, Benito Pérez Galdós, así que adelanté su lectura a ese verano previo. 

Su costumbrismo me cautivó. Y luego, cuando vine a vivir a Madrid recorrí la Cava de San Miguel esperando cruzarme con ella, con Fortunata. 

Ese verano también adelanté la lectura de La Regenta, Leopoldo Alas Clarín. Lo cierto es que el ritmo de lecturas de mi primera carrera era tremendo. 

El cuarto libro que influyó en mi vida fue Tokyo Blues, Haruki Murakami. 

Allí posiblemente quedó inaugurada mi vena triste. Ésa en la que, según mi pareja, me encanta regodearme. Yo creo que es algo más parecido a la nostalgia y a la melancolía. Aunque sinceramente la línea o matices que diferencian a una de otra tampoco acabo de tenerlos claros. 

Es un libro que he regalado varias veces. 

Y por quedarme con un número redondo, con el cinco, por ejemplo, diré que en su día me fascinó La pasión turca, de Antonio Gala. 

En aquel entonces vivía en una residencia femenina de Zaragoza y en dicha ciudad hacía tanto, pero tanto calor durante los exámenes de junio que yo vivía de noche y dormía de día. Y en una de esas noches cambié los apuntes por este libro. Lo devoré de principio a fin. 

Gracias, Susana, por invitarme a este ejercicio sobre libros y lecturas determinantes. 

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