Mejor calladas


El año pasado estuve en la manifestación del 8-M que algunos utilizaron para criminalizar al movimiento. Una vez más. 

Mañana, de haber estado convocada, hubiese hecho huelga, pero hubiese valorado de qué manera demostrar mi reivindicación de igualdad con seguridad. Pretendía ceder mi espacio a otra mujer. Llegó un delegado del gobierno y se terminó pensar en qué hacer. Él decidió que mejor calladas. 

La calle es el espacio que históricamente ha pertenecido a los hombres. En ese espacio público ellos pudieron pasar a la acción, desarrollarse profesional y personalmente. Triunfar o fracasar, pero poder escribir y protagonizar la historia que nos han contado a todos y a todas. En la calle han disfrutado de mayor tiempo libre y del desarrollo, en definitiva, como personas en todas sus facetas: trabajo, amistad... 

Las mujeres, sin embargo, tienen también otro espacio, el privado, el hogar y el de los cuidados de hijos y personas dependientes. 

La calle es donde se han conquistado derechos que disfrutan incluso aquellos que tienen queja. Por lo tanto, es en la calle donde debemos continuar manifestándonos. 

Mañana no estaré en una manifestación que en los pasados años me emocionó tanto que me hizo llorar y sentir verdadero orgullo de la dirección en la que nosotras hemos decidido caminar. 

Mañana no estaré porque nos lo han prohibido, pero hoy he salido a la calle vestida con una camiseta y una mascarilla moradas. Y de forma totalmente inesperada, le he pedido a mi compañero de vida que me acompañara hasta la Clínica Isadora. 

Allí, aborté hace cinco años. Lo hice en ese lugar en el que me trataron y trataron a mi familia como seres humanos pasando un momento realmente jodido. Lo hice allí porque en Pamplona, ciudad en la que entonces residía, por ley decidieron que me tenía que ir a otro lugar. 

He sentido el impulso de volver y darles las gracias por el trabajo que realizan desde hace 30 años, pese a la violencia que grupos conservadores, a los que les debe sobrar el tiempo, ejercen sistemáticamente sobre ellos y sobre las mujeres que deciden abortar allí.

La puerta estaba cerrada y hemos recordado que los abortos se realizan en determinados días de la semana, de modo que durante el fin de semana está cerrada. 

Nos hemos cogido de la mano y hemos mirado hacia los balcones que daban a la Dehesa de la Villa, porque en alguna de esas habitaciones pasé las horas más duras de mi vida. 

Hoy se escuchaban voces de familias disfrutando del sol, y muchas niñas vestían camisetas reivindicando sus derechos, los que merecen. Entonces, aquella noche, hacía mucho calor, se oían voces de personas disfrutando de una infernal noche de finales de junio en la que era imposible dormir. Ni ellos ni nosotros. 

Soy feminista porque no quiero estar silenciada ni metida irremediablemente en el espacio privado en el que no se resulta incómoda y sí útil para cuidar.

Soy feminista porque no admito que sean los 'señoros' que nunca van a afrontar un aborto los que dicten las leyes que deben asumir las mujeres. 

Soy feminista porque abortar es terrible y a ninguna mujer le apetece pasar por el trago, un trago que físicamente dura un par de días pero que emocionalmente te acompaña para siempre. 

Soy feminista porque no entiendo no serlo.  

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