Volver a empezar

Cuando corro ordeno mis pensamientos. Esta mañana, corrí hasta Nigüella y estructuré mentalmente este post, ahora no sé por dónde empezar. Lo haré con estas dos fotos:





Para algunas personas que os asomáis a este blog no significarán nada, pero para otras muchas, sí. Hoy ha sido el último día que ha abierto la panadería de Jesús, en nuestro pueblo. Él tomó el relevo de sus padres y desde entonces, cada día, domingos y festivos incluidos, ha amasado y horneado esta maravilla de pan. 

Ya no lo hará más. Se jubila y espero que disfrute mucho de su tiempo libre. Ojalá afronte esta nueva etapa sabiendo que ha cumplido un papel importante: Nos ha hecho muy felices. Sí, a través de un alimento tan básico nos ha hecho muy felices. Cuántas veces al comer mi parte favorita, el cuscurro, he exclamado: ¡Este pan es gloria!. Pues bien, si no me los quitan hoy, me quedan cuatro cuscurros. 

Decía que iba a ser un post desordenado. Continúo.

Ayer corrí mi primera San Silvestre, en Morata, junto a Merche. Bueno, los primeros diez metros porque ella fue una valiente y corrió sin pestañear. 

Mi madre todavía me dice que fui una insensata y que podía haber sufrido una parada cardiorrespiratoria. Sin duda. 45 años, polvorones de más en cada muslo y una laringitis que habita en mí desde hace un mes y que me ha convertido en doña toses. El caso es que llegué a la carrera, vi a la gente calentar y pensé: ¡Qué exagerados si son 6 kilómetros! Fueron los peores 6 km de mi vida. Toma bofetada por soberbia. 

Fueron cinco vueltas y en cada una de ellas tuvimos que subir una cuesta, desde la fuente y hacia las escuelas, que estoy segura que siendo niña subí millones de veces. Ayer, tuve que hacerlo en dos ocasiones andando. 

El público se agrupaba en la meta y teníamos que pasar dos veces por delante de ellos en cada vuelta. Prometo que no me fui en la primera vuelta por la vergüenza. Me animaron como nunca antes me habían animado en una carrera. Escuchaba a cada paso: ¡Vamos, María Rosa, vamos! Sí, me llamó María Rosa. Y me emocioné tanto que pensé que no podía fallarles. 

Después de la carrera, me acerqué a quienes había reconocido para agradecerles los ánimos. A quién no volví a ver fue al chico que iba detrás de mí y que en un ascenso de la maldita cuesta, me dijo, 'No pares, corre conmigo'. Gracias, no sé cómo te llamas, pero muchas gracias. 

Ayer, cerré un año en el que he corrido mi primera media maratón sin apenas sufrimiento y los seis kilómetros más infernales de mi vida. La clave, no hay duda, entrenar. Y comer menos polvorones. Me he puesto doblada.

No me dio la parada que anunciaba mi madre, pero justo al acabar sufrí una neuralgia en el lado izquierdo de la cabeza. Cené las borrajas con arroz y almejas que había pedido a mi madre, y a las 10 de la noche estaba en la cama porque ni siquiera podía enfocar la vista y leer. 

Habrá quien piense que vaya manera triste de acabar y empezar el año, porque esta mañana seguía con dolor de cabeza. Yo creo que fue la traca final a unos meses en los que enlazo un catarro detrás de otro. ¡Pero se tienen que acabar! Creo que me voy a alimentar a partir de ahora de jalea real, propóleo, y todas las vitaminas que encuentre. 

Ayer, me encontré con una compañera de la escuela y del instituto, la hija de Don Paco. Siempre digo que es a este maestro y a mi padre a quienes debo la afición por correr. Hacía muchísimos años que no la veía y me contó que leía este blog y que había pensado en varias ocasiones en escribirme. 

Al recordar sus palabras esta mañana, yo que estoy tan obsesionada con la muerte, he pensado que no hay que dejarse cosas en el tintero. Por pequeñas que sean. A mí me hubiese hecho muchísima ilusión haber recibido un mensaje de María. Como en su día lo recibí de Noelia. 

Acaba una Navidad muy especial. Aunque ayer me hubiese encantado subir a la plaza a comer las uvas y haber besado a medio pueblo, lo ha sido. 

Lo ha sido gracias a la primera edición del juego de Papá Noel que nos propuso mi hermano Pablo. Gracias a las risas con la bata-manta para el 'pantasma', como dijo mi padre muerto de la risa recordando a su madre, mi abuela Teresa, quien cambiaba algunas letras de las palabras. 

También gracias a ascender a la Sierra de Morata, al punto geodésico, junto a Frida y a dos de las personas que más quiero. Gracias a subir también al Pedroso y escuchar a Claudia decir: '¡Qué bien se está aquí, tía! ¿Nos quedamos más rato?'.

En fin, que prometí un post desordenado y he cumplido. Y que pese a haberlo acabado y empezado regular, sé que va a ser un año bonito. Eso depende de mí y estoy dispuesta a vivirlo con esa actitud. 

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