Sobre la muerte (y la vida)

Creo que no estamos educados para la muerte. No pensamos sobre ella. No nos preparamos para su llegada.

Es como la vida, solo que la otra cara de la moneda. Como nos resistimos a que ocupe algún minuto de nuestro tiempo, cuando irrumpe siempre causa un efecto devastador.

Su llegada nunca será bienvenida, obvio, pero si nos educaran para asumirla, quizá el duelo sería un poquito menos duro. Un poquito, solo eso.

Todo ello viene a colación de dos libros que he leído recientemente y de una película.

El primero es La Isla, de Giani Stuparich y editado por esa gran y delicada colección llamada 'Minúscula', que reúne otros títulos tan maravillosos como Verde Agua, escrito por Marisa Madieri.



Pero vuelvo al primer volumen. Es un librito pequeño, pero cuya lectura requiere pausas. Sí, para respirar y continuar. Es el viaje de un padre y un hijo a la isla en la que nació el primero. A ella desea viajar en sus últimos días. Y para ambos supone un paréntesis para recordar y volver a quererse. Esto es, una despedida serena.

La cocinera de Himmler, firmado por Franz-Olivier Giesbert. Devoré literalmente este volumen en apenas 24 horas. En primera persona narra la historia de esa cocinera llamada Rose. Larga vida la suya que permite páginas y páginas de un canto a la existencia y a las muertes que quedan por el camino.



Una oda al sexo, a la libertad, a los derechos humanos... una maravillosa novela que enseña a tomar impulso tras cada tropiezo.

Y la película no es otra que Amor, de Michael Haneke. No fui capaz de verla de principio a fin; necesité tres sesiones, tres trocitos para digerir tanta pena. Y tanta generosidad. 


(© Fotos CyC)

Es lunes, empieza la semana, la gente vive y la gente muere. No lo olvidemos, nos ayudará. 

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