Es simple: caminar

Siento que he ganado una batalla. Siento que vuelvo a ser la lectora que descubrí siendo una niña y que siempre he sido hasta que el ordenador, el Ipad y el móvil se hicieron con mi capacidad de concentración. 

Siento que, pese a que mi cabeza bulle más que nunca, he logrado detenerme ante las páginas de varios libros, leerlas de principio a fin, reflexionarlas y terminar varios volúmenes con esa gozosa sensación de felicidad. 

He vuelto a vivir aquello que provocan las buenas historias contadas con magia: he reído, he llorado, no he podido detenerme hasta el final y he sentido tristeza al cerrarlos... 

De los libros que me han acompañado en los últimos días, rescato dos que casualmente comparten leitmotiv: el hecho de caminar. Y un tercero que me espera. 




Lo he dicho en varias ocasiones porque así lo creo. Existen pequeños gestos que pueden cambiar tu vida. Un de ellos es caminar. Así de sencillo, simple y, al mismo tiempo, revelador. 

El mero hecho de recorrer una ruta marcada, paso a paso, puede obrar el milagro de conectarte contigo mismo. Y eso se nota luego, cómo no, en la relación con los demás, con la vida. 

El insólito peregrinaje de Harold Fry, escrito por Rachel Joyce, es un título que compré hace dos años. Soy compradora compulsiva de libros y el saber que en las estanterías de casa quedan tantos por leer, en lugar de generarme culpa o estrés, me reconforta de una forma maravillosa. Pues bien, por fin lo he leído y ha sido cuestión de un par de días. 

Se trata de la historia de un hombre que, en la recta final de su vida, la de una existencia sin color ni emoción alguna, decide de forma impulsiva cruzar un país entero para entregar una carta. 

No quiero dar más detalles porque esta obra merece ser leída, disfrutada, meditada y llorada. Porque el hecho de caminar pulsa el botón del cerebro que sacude recuerdos, vivencias que se han transformado en bloqueos y que, por tanto, mientras no sean revividas y repensadas, no se desharán. 





Adoro los libros de tamaño inusual. Me inclino por los pequeños, de ahí que mi mirada se detuviera una tarde de hace algunos meses en Elogio del caminar, firmado por David Le Breton. 

A medio camino (nunca mejor dicho) entre el ensayo y el relato, confieso haber paladeado, como si de un exquisito pastel o un buen vino se tratara, cada una de sus páginas. Existen párrafos ante los que me he detenido minutos y minutos, que he releído y que procuraré no olvidar. 

Porque, como afirma su autor, 'Caminar es una apertura al mundo'. Y yo quiero recorrerlo con cada uno de mis sentidos bien abiertos. 

Por último, un título que pronto descubriré: Salvaje, la historia real de Cheryl Strayed y su descenso a los infiernos. ¿Que cómo logró ascender? Recorriendo millas y millas en la más absoluta soledad.






El simple hecho de caminar y su poder redentor... Keep walking!


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