Una galería y seis tiendas en Edimburgo

Tras diez días fuera de casa, de nuevo me encuentro en Dumfries. Envuelta por la calma de la vida en el campus, impresionada por el color de los árboles y por cómo caen sus hojas a modo de nieve. También agradecida porque no llueve y luce el sol. Tanto que ayer, que no había nada de niebla, pudimos ver el mar desde aquí. Y el mar siempre trae consigo agradables sensaciones.

Los días anteriores tuve la oportunidad de viajar y conocer Escocia y también Inglaterra. Viajar siempre es buena idea. Conocí un poco mejor Edimburgo y hoy me quedo con una galería y seis tiendas de esta ciudad.  

No contaba con demasiado tiempo y mi primera parada fue la Galería Nacional. En primer lugar cabe destacar que en Reino Unido la entrada para visitar las colecciones permanentes de fundaciones, museos y galerías es gratis. Solo es preciso pagar cuando se desea contemplar una muestra temporal. Es una estrategia eficaz si de desea acercar el arte a los ciudadanos. Quien desea contribuir, encuentra urnas para introducir una donación. En cualquier caso, es opcional. 

En este centro es posible admirar obras desde principios del Renacimiento y hasta finales del siglo XIX. Son maestros como Rafael, Tiziano, Rubens, Rembrandt, Degas, Gauguin y también Monet, Cézanne y Van Gogh, tan solo por citar a algunos.

Una sala o habitación con obras de arte me conmueve. Y siempre me surge la misma pregunta: ¿Cómo los autores han sido capaces de crear tanta perfección? 

Yo soy una visitadora de museos un tanto atípica. Mi madre asegura que voy demasiado deprisa y que no me entero de nada. Creo, sin embargo, que en algún lugar de mi cerebro guardo un recuerdo de colores, formas y, a veces, es preciso. Me gusta disfrutar de las obras de arte sin la necesidad de registrar autores, fechas y estilos. Simplemente, mirar una primera vez para luego regresar, admirar y disfrutar de una profunda fascinación. Con naturalidad, sin prejuicios, sin la obligación de entender, solo por el placer estético. 

Y suele ocurrir que percibo otros detalles, quizá superficiales. Soy así. 

En la Galería Nacional de Edimburgo fue el color de la tela que cubría cada sala. Eran sedas de colores brillantes e impactantes. Rojo, verde, azul... ojalá supiera el nombre de cada uno de esos colores, pero los desconozco. Me fascinó el contraste del arte y los marcos barrocos y dorados, sobre paredes tan espectaculares. Reparé en los diferentes tamaños, en cómo tantas y tan diferentes obras, por su color, tamaño, escuela, etc, componían un conjunto perfecto. 

Después, decidí pasear por una calle que me encanta: George Street. Se encuentra en la parte nueva, alejada de los grupos de turistas que, con frecuencia, caminan sin saber hacia dónde dirigen sus pasos. Me gusta por su elegante arquitectura, porque no la transitan demasiado coches y porque desde ella se contempla el mar. 

Dije que no me gusta ir de compras, pero no está reñido con el hecho de descubrir tiendas y contemplar cómo presentan los objetos, cómo hacen uso de la luz, de la música. Y pasear por ellas sin buscar nada. Eso sí me gusta. 

Jo Malone. A cierta edad, hay que elegir buen vino y buenas velas. Nuestra casa escocesa huele a almendra dulce y macaron.




Anthropologie. Descubrí esta tienda en Nueva York y si existe en la ciudad en la que me encuentro, suelo encontrar un ratito para disfrutar con todo lo que reúne. Solo una vez compré unos pequeños pendientes verdes; he de admitir que me parece irracionalmente cara.

Además, me resulta simpática la selección de libros. Son tan bonitos que no importa el contenido. Sin olvidar, los textiles para la cocina. 

Jigsaw. Me gustan las rayas y los buenos abrigos, y esta firma británica los tiene de casi todos los colores. 






Lululemon. Cuando se practica deporte es importante adquirir algunas prendas básicas. Yo deseé llevarme la mitad de este espacio en el que ofrecen, de forma gratuita, clases de fitness o yoga. 

Es una marca canadiense enfocada principalmente a la práctica de yoga, pero con línea también para correr, surf, etc. Para ellos y para nosotras. 

Lakeland. Es ese tipo de tienda del que sí me llevaría todo, pero el hecho de vivir en otro país y saber que es importante no acumular demasiados objetos, hizo que reprimiera mis deseos. Está especializada en artículos de cocina, algunos ingredientes y libros. Entre ellos, el de mi último descubrimiento: Amelia Freer. 

Su libro Cook. Nourish. Glow se ha convertido en mi manual de referencia. Recoge buenos consejos para una vida saludable y recetas sencillas, nutritivas y deliciosas. Y es que si algo he descubierto en Reino Unido es la fascinación que sienten por los libros de cocina y el boom que vive el sector editorial. Cada vez que visito la biblioteca y llego al mostrador con libros y más libros, me preguntan si me gusta cocinar. 




Penhaligon's. Es una deliciosa tienda, pequeña, coqueta y se encuentra encima de un café que resulta muy acogedor. Esta casa fue fundada en 1870 en Londres y resulta imprescindible cuando se trata de confirmar que los clásicos nunca pasan de moda. 




Otro día, vuelvo a Edimburgo y esta vez subo a lo alto de Holyrood, donde se encuentra el mítico Arthur's seat, para contemplar la ciudad desde las alturas. Que eso también me fascina. 

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