Del verbo despedir



Esto me parece una mierda. Enorme. Así lo pienso, así lo digo.

El coronavirus o la vida, sin más, está haciendo que yo -de naturaleza optimista- vea últimamente la realidad como una verdadera mierda de un tamaño monumental.

En estos meses y en las últimas semanas, han muerto demasiadas personas cercanas. La causa de ninguna de ellas fue el coronavirus, fue la muerte. Así, simplemente.

Pienso en esas personas, pienso en el final. En la última mirada, palabra, gesto... Y claro, mi compañero del alma me dice que tenemos una edad en la que empiezan las despedidas. Ya ni los divorcios, ahora es el momento de las despedidas. Pero de las que son para toda la vida aunque esas personas vivirán en nosotros. 

Sobre la muerte y sobre la vida tras ellas, trata un libro que leo, desde hace un par de días y que me recomendó Katixa, Deborahlibros: Niveles de vida, de Julian Barnes.

El tercer texto, titulado La pérdida de profundidad, es tan bonito, pero tanto, tanto que me quedan apenas 4 páginas y no quiero que termine. Bonito para mí suele estar asociado con la tristeza. Que nadie espere diversión en mis recomendaciones literarias, no va conmigo. 

Aviso a lectores y lectoras: si no os gusta el duelo, ni lo intentéis o querréis meteros en la cama, bajar la persiana y dormir muchas, muchas horas para olvidar el bajón.

Salto a otro libro aunque mi ritmo lector ha decaído desde que los ojitos tristes de Lala me miran.






El jueves supimos que esa mirada escondía, además de tristeza y muchos años, algo de dolor. O mucho dolor.

Supimos que tenía varios tumores en útero, ovarios y bazo. El jueves creíamos que nos despedíamos de ella, después de apenas dos meses junto a nosotros. Nos despedimos al dejarla en el hospital, con fiebre y muy débil. Y recordamos lo que desde el principio hemos pensado: 'Adoptábamos una perrita anciana para darle una dulce vida, durase lo que durase'. 

Ella es una campeona y se ha recuperado de la cirugía. Bueno, andamos en ello, con una noche en vela en la que ambas nos hemos acordado del maldito calor y hemos roncado, a ratitos, juntas... 

Decía que mi ritmo de lectura ha bajado, pero para quienes disfrutáis, por lo contrario, de apetito y avidez, no dejéis de anotar:

La dama de la furgo, Alan Benett

Mendel, el de los libros, Stefan Zweig

Verde agua, Marisa Madieri

El Camino, Miguel Delibes

Mujer de rojo sobre fondo gris, Miguel Delibes

El disputado voto del señor Cayo, Miguel Delibes

El humo de Birkenan, Liana Millu

Un cambio de verdad, Gabi Martínez 

Me quedo aquí, Marco Balzano 


Releo estas líneas y me doy cuenta de que he juntado algunos pensamientos inconexos. Pero me he sentido bien... y todavía no os he hablado de otra de las razones de mi negatividad: desde hace cuatro meses vivo de sofoco en sofoco, y tiro porque me toca. Se llama inicio de la menopausia. 

Sí, y pienso hablar de ello porque a mí los tabúes me los ponen delante para intentar derribarlos aunque sea con la palabra. Si lo hice y lo hago con el aborto, querida menopausia, tú no te vas a salvar. 

Pero esto lo dejo para otro día, que ahora tengo demasiado calor. 

Comentarios

  1. Olé tú! Tabúes fuera... Y para ser optimista hay que pasar rachas que no lo son tanto.
    Las despedidas para siempre, duelen, y nunca se olvidan por eso viven en nosotros y con nosotros.
    Te quiero AMIGA

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