Amo los libros




Amo los libros. Supongo que fue un amor que surgió de manera libre y natural. 


Nadie me obligó a leer y vi cómo mi madre y mi hermano mediano leían mucho. Mi padre y mi otro hermano, menos ;-)


En mi casa había libros y cuando nuestros padres viajaban a la ciudad, solían volver con un caja de Donuts y libros del Barco de Vapor: Fray Perico y su borrico, Cucho


Los libros y el acto de leer me han salvado en varias ocasiones. No es una exageración.

 

En ellos me refugiaba de pequeña cuando había poco que hacer en el pueblo, en Arándiga.

 

Siempre los he preferido antes que la televisión.

 

Me gustan los libros como objeto. Reparo en la impresión, en el papel, en el tamaño de la letra.

 

Me suelen seducir los títulos. Lo cual me ha llevado a hacer buenas compras y otras veces a equivocarme.

 

Estudié Filología Hispánica en la Universidad de Zaragoza y empezar cada curso con esas listas inmensas de libros me generaba una felicidad inmediata.

 

Leo con lápiz para subrayar.

 

Me gusta que los libros denoten uso, no me importa que se doble alguna página.

 

Nunca me he acercado a un libro electrónico.

 

Cuando tenía 15 o quizá 16 años, falté al instituto, Cabañas, en La Almunia, y leí de un tirón Cien años de soledad, de Gabriel G. Márquez. Esa lectura supuso una conmoción, nunca había leído algo tan bonito ni tan intenso.

 

Me gusta la novela, también el ensayo y soy menos lectora de poesía.

 

Mi plan perfecto de vacaciones es leer, leer, leer.

 

Viajamos en furgoneta y siempre que preparamos un viaje, cuando él ve mis torres de libros, me dice que es imposible que me lea todos y que si no podemos dejar alguno. 


Nunca dejo ninguno. No lo consiento. Y casi siempre regreso con todos los libros leídos.


Amo los libros y amo leer.

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