Setas, hayas y recuerdos

Una vez estuve en Sigüenza y pensé que era un buen lugar para ir a menudo. En otoño, por ejemplo.




He vuelto.

Y he caminado entre los pinos buscando setas y encontrándolas de mil formas.








He tomado, por vez primera, fino seguntino o lo que es lo mismo: gaseosa, vermut y un toque de espuma del tirador de cerveza. Y he repetido.

También he comido una tapa inspirada en el Cid. Con garbanzos, canela, miel, cebolla, pimienta... hasta 14 ingredientes. En un lugar tan curioso y cálido como Gurugú (www.gurugudelaplazuela.com).

Fue tras escuchar un concierto mágico, en El Postigo; sí, Ojos verdes, Tatuaje, Sign, Sign, Sign, entre otros grandes temas, en clave jazzística.

He paseado bajo la lluvia junto a las hayas rojas de la Tejera Negra. Y recordé las salidas al campo con el colegio. Ésa gran ventaja de haber vivido en un pueblo pequeñito y haber ido al cole a otro, no mucho mayor.



Volvieron a mi mente, sí, las lecciones de botánica en vivo y en directo, y los exámenes posteriores. Cada uno llevaba el herbolario y don Paco elegía al azar unas u otras plantas.



(© Fotos CyC)

He recordado que soy lo que soy por los paseos que he compartido con mis padres y hermanos. Por todas esas conversaciones que ellos mantuvieron con nosotros. Sin saber que, siendo mayores, las recordaríamos. Tanto. Y que soñaríamos con ser, alguna vez, la mitad de buenos padres que ellos han sido.

Setas, hayas y recuerdos. En Sigüenza.


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