Nuestros mayores




Justo ayer acabé de leer Quiéreme siempre, libro escrito por Nuria Gago. 

Dije que no era la mejor novela que había leído, pero reconozco que me emocionó, que me provocó unas lágrimas. También reconozco que soy muy blanda, que lloro por casi cualquier cosa.

Hace un ratito, lo he hecho. 

Ha sido al salir de casa de Charo. 

Ella es vecina de mi hermano Nacho, vive justo enfrente de Check In Rioja. Desde la ventana de su casa, se asoma una y otra vez:

- ¡Nacho! ¡Nachooo!

Y a partir de esa llamada, el diálogo suele ser siempre el mismo. 

Que si has visto a mi marido, que dónde le has visto y que si te ha dicho cuándo volvía a casa.

Nacho le responde procurando no llevarle la contraria. A veces, ha visto al marido en el mercado y otras a la vuelta de la esquina, en la Avenida de Navarra. 

No contradice a Charo para que ella no se ponga nerviosa.

Charo es anciana. No tenemos muy claro si padece demencia senil o Alzheimer. Pero algo padece porque antes salía de casa incluso para dar un paseo hasta el cementerio. Porque el marido de Charo no vive. Murió hace tiempo.

Ella no tiene hijos. Es gitana, como la mayoría de nuestros vecinos del albergue. Nadie le visita. Supongo que sus hermanos, si los tuvo, están muertos. 

Y hace un rato yo he llorado porque, desde la ventana, me ha dicho que necesitaba hablar con Nacho (su nombre nunca lo olvida) porque se había muerto su cuñado y tenía que decírselo a su marido, al que hacía unas horas que no veía, que no sabía dónde está.

Le he explicado que se había roto una manilla de un baño y que Nacho estaba arreglándola. 

Mi nombre no lo recuerda. Antes siempre me llamaba y me decía:

- 'María, pero qué guapa estás'

Ella sintió mucho mis dos abortos. 

Le he dicho que no se preocupara porque en cuanto acabara con la puerta, Nacho subía y le decía si había visto al marido. 

Entonces me ha dicho que tenía mucha hambre. 

Los servicios sociales le llevan cada día el desayuno, la comida y la cena. Limpian su casa.

Pero nadie le hace compañía. 

He llorado porque le he subido una caja de leche y unas galletas. Y hasta su gato me ha mirado agradecido.

Y lo cuento porque Quiéreme siempre va de esto. De cómo en España estamos abandonando a las personas mayores. Porque tienen comida, e incluso, un servicio de limpieza de sus hogares, pero no tienen compañía. 

Charo no tiene hijos ni tampoco hermanos. Se pasa las horas sola, asomada a la ventana. Y claro, necesita llamar a Nacho. 

No podemos permitirnos una sociedad así. No debemos por una cuestión de ética. Se trata de solidaridad.

Hoy es Charo, pero en unos años seguramente seré yo, que tampoco tengo hijos ni los tendré. 

Dicho esto, establezcamos fuertes vínculos con los hermanos. Sí, lo digo yo que con Nacho pasé un bache horrible. Establezcamos fuertes vínculos con los amigos, también. 

Porque mañana, no muy tarde, necesitaremos compañía, alguien con quien ir al médico y que nos prepare la comida o con quien podamos compartirla. Y un cafecito descafeinado porque a cierta edad, la cafeína... Necesitaremos sobre todo compañía.

Titulo esta entrada con el posesivo, con 'nuestros', porque no deberíamos volver la mirada hacia otro lado. 

Se llama solidaridad. 

Se llama vida, que a veces es tremenda. 

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