Sobre la fotografía

Mejor, en plural: sobre las fotografías.

La última vez que visité a mis padres, en agosto, sin levantar sospechas, o procurando no hacerlo, volví a revisar los álbumes de fotos que guardamos. Quería rescatar algunas con un propósito. 

Pasé horas revisando álbumes enormes, otros pequeños y muchísimas cajas. Me emocioné casi con cada una de ellas. Reí y lloré. 

Antes revelábamos las fotos, las buenas y las malas, y las conservábamos. 

En mi familia, por ejemplo, cada hijo tiene su álbum de la infancia. 

Pienso que algunas costumbres derrotadas por lo digital eran muy bonitas. Especialmente bonitas. 

Pasando las páginas, recordé cómo éramos cuando íbamos al colegio, cuando estábamos en el instituto y cuando viajábamos en septiembre. Cómo era la familia, cómo era el día a día. 

Yo a veces imprimo fotos y compongo regalos. Lo hice cuando él cumplió 40 años, también cuando el bro estuvo en el hospital y para el 50 aniversario de mis padres. 

Hace unos días, sin pretenderlo, mi amigo Víctor (buscadle en Instagram: Víctor Zurbarán) me hizo un regalo muy especial. Lo fue por la experiencia en sí, por lo que sentí durante dos horas de sesión.

Le pedí unos retratos porque ocasionalmente los necesito por motivos profesionales. Y ya está bien de enviar imágenes de cuando gestionaba un hostel en Logroño. Es decir, tiempo atrás... 

La tarde antes le pregunté si podía ir con Lala. No quería dejarla sola. Pero mi intención no era que nos hiciera fotos a las dos. 

Víctor, sin embargo, las hizo.

Lala y yo nos sentamos en el suelo, nos miramos, nos sacamos la lengua, y Víctor disparó y disparó.

Todavía no están editadas, pero a mí me parecen perfectas. No puedo dejar de mirarlas porque me parece que transmiten nuestra complicidad y la belleza de esta relación de apenas unos meses. 

A pesar de que a mí las fotos me incomodan, confieso que ahora quiero sesiones con todos mis seres amados en el estudio de Víctor. 

Porque siento que las fotografías nos mantienen vivos, nos recuerdan, nos conectan.