Regresar



Hoy me dijeron que me iba sin haber publicado una entrada nostálgica. Confieso que no quiero ponerme nostálgica. Será porque el día de Año Nuevo lo pasé llorando, a escondidillas, pero sin parar de llorar. Casi como un río incontrolable. Sentí mucha pena. 

Regreso. 

Mañana será lunes verdaderamente lunes. De esos que son demasiado lunes. Lo intuyo, pero de momento disfruto del regreso. 

Es bonito tener un lugar al que regresar. En una y en otra dirección. ¡Eso sí que es una suerte! Si hace unos días iba hacia allí, ahora tocaba volver hacia aquí. 

Hoy regreso. 

Lo hago con el alma llena de oxígeno, cielos azules y el recuerdo de los montes o cabezos (como se dice por allí) con el verde grisáceo que solo pintan el tomillo, el romero, la ruda y las aliagas. 

Regreso con la piel de la cara seca a causa del agua del pueblo y por todo el viento que me ha dado. Ha soplado el cierzo y lo ha hecho trayendo el frío nevado del Moncayo. 

Han sido unos días que, previamente, pensé que no se producirían. Creí que no podríamos ir al pueblito bueno o que no sería aconsejable hacerlo. Pero fuimos. 

No nos hemos abrazado ni besado, pero sí nos hemos mirado. 

Hemos desayunado, comido y cenado por turnos. 

Y entre turno y turno, hemos ventilado. 

He gastado más Sanitol que en toda mi vida. 

Hemos paseado y he cumplido algunos deseos: asomarme a Purroy, subir al Pedroso y dar la vuelta por las Planas. Lo he hecho con mi padre y con mi hermano. Al helipuerto también hemos ido. 




He cogido olivas por primera vez. Terminé tan cansada que no podía ni hablar. Creo que será el aceite que más rico me sepa de toda mi vida. 

Hemos comido patatas asadas en la lumbre. 

Hemos ido a las Paredes varias veces. 



He aprendido que a veces no se pueden cumplir todos los deseos. Esta vez, no he dado mi habitual vuelta entera corriendo hasta el otro lado del Salto de las Minas ni he ido a Morata corriendo. Solo corrí un día y solo fueron 3 kilómetros. No me he enfadado conmigo misma, así ha sido y así es. Si no se puede porque sopla el viento, porque no aguanto o porque tengo frío no pasa nada. 

He sonreído al ver cómo Frida se hacía la chulita delante de Lala y la ignoraba. 

He leído mucho. Una tarde de frío y viento la pasé enterita en la cama leyendo. Ésta es una tradición de mis navidades en el pueblito, no salir de la cama y pasar las horas devorando. Esa tarde fue el libro del próximo Tinta Fina, que está al caer. 

He llorado. He reído. He grabado conversaciones porque quiero guardar algunas voces. 

Me he emocionado al mirar a algunas personas. 

Solo he visto una vez a una amiga, a Ana, y apenas fueron 30 minutos. Este año no ha habido cervezas ni uvas en la plaza. Las uvas fueron por la tele y reconozco que yo no pude contener las lágrimas al ver la Puerta del Sol. Siempre decía que cómo la gente podía ir a un lugar tan concurrido y este año, viéndolo vacío... se me rompió el corazón. 

He cogido provisiones de tomate y de mermeladas. Por si no podemos regresar pronto.

Lo dicho: regreso con el alma llena de oxígeno. Creo que lo voy a necesitar. 

Comentarios

Entradas populares