Dentro del Camino


Mi padre afirma que cuesta entrar en el Camino, que se necesitan unos días. Yo entré esta mañana.

Es decir que he necesitado 5 días y esto termina pasado mañana. Lo bueno es que he entrado.

Varios Caminos después, sigo siendo nueva, como la vez primera, incluso más porque en esta ocasión me he perdido dos veces. La primera supuso un extra de cerca de 10 km (me visualicé muerta a la barbacoa... Qué calor!) y la segunda, apenas 1, pero me perdí. 

Araceli, con quien camino, señala que para encontrarse primero hay que perderse. Que cada uno haga su lectura, quizá creo estar bien, pero tengo la cabeza llenita de cosas y por algún lado tienen que salir. Quizá por la dispersión y el despiste.

Espero que hoy y en los próximos dos días el Camino me transforme, como suele suceder. No me refiero a un cambio gigante, pero sí a esos destellos de luz que supone. Me refiero a valorar lo minúsculo, la suerte que sigo teniendo por las personas que me rodean y con las que camino estos días, y también fuera de aquí.

Años después, sigo pensando que el Camino es la vida, una metáfora del día a día, y en ese transcurrir es en el que debemos poner el foco.

Hace dos noches, volví a Grañón, al albergue situado en la iglesia, que está inundado de una energía única. Los hospitaleros eran Carlos, Inés y Ángel. 

Después de cenar, mientras nos reunimos en el coro y sucedió esa magia que sólo sucede allí, Carlos dijo que cuando vamos detrás de las flechas, solemos sentirnos pletóricos pensando en todo lo bueno, pero que realmente todo lo bueno debemos verlo después, al regresar porque lo tenemos, y hemos reparado en ello. Luego, quizá se nos escapa fácilmente esa capacidad de conservar esos pequeños instantes de luz. 

De este Camino me quedo con el deseo de detectar la luz en mi vida porque la hay, aunque me pierda.


Keep walking, 

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