La casa de los padres


El bendito teletrabajo me está brindando un verano itinerante y volver sin prisa a lugares que necesito casi como respirar. Uno de ellos es mi casa. 

Porque aunque yo tengo un hogar propio y lo comparto con él y con ella, en el fondo, en el fondo, la casa de mis padres sigue siendo mi casa. Ese verdadero útero materno, cobijo y protección. Aquí nada malo puede suceder. 

En estos días Lala duerme y duerme, -como hace allá donde se encuentre, eso no es novedad-, sobre todo encima de una alfombra que ha sido pisada durante infinidad de años. Eso me gusta de la casa de los padres: que los objetos acompañan desde que la familia ni siquiera era como tal porque faltaban personas por llegar. 

La alfombra, algunos de los sofás y las estanterías llegaron con ellos desde Madrid. Desde el pisito de Carabanchel a esta inmensa casa que construyó mi padre y en la que hemos crecido tan felices. 

Sí, apenas llevo unas líneas escritas, y siento los ojos humedecer por la emoción. Quiero que este hogar siempre sea así. Que no haya que cambiar  nada porque cada uno de los objetos sigue cumpliendo su función, práctica o estética, y merece continuar entre nosotros.

Yo soy un poco viejuna y tampoco me gusta comprar muebles ni objetos que sustituyan a otros simplemente porque ya no son tendencia. Lo habré heredado. 

De este hogar me encanta que ya no haya una vajilla completa -la del día a día, que para Navidad tenemos varias completas-, que los vasos de duralex de tantos lavados sean opacos y que cada vez que nos sentamos a la mesa casi cada uno tenga un plato diferente.

Hace unos días, caminando con Claudia, al llegar a un albergue y sacar mi funda de almohada -sí, soy muy escrupulosa y llevo una conmigo-, se río y sé que también había implícita una mini dosis de ternura, porque la funda era de casa de los abuelos: 'Se transparenta la tela', dijo.

Y sí, en esta casa, las sábanas son tan viejitas que se transparentan. ¿Y qué? Siguen envolviendo buenos y, a veces no tan buenos, sueños. Como las toallas, que exfolian. 

Las casas de los padres deben seguir así. Lo necesitamos. 

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