Sentir agradecimiento


Una vez, en un autobús de Pamplona conocí a un tipo muy singular. Terminé dándole mi número de teléfono y me mandó un curso de magia por entregas. Funcionó.


Cada uno de los 'fascículos' tenía parte teórica y práctica. Debía seguir el orden, de hecho, me lo mandaba día a día. Cada mañana.


Me enseñó a agradecer y lo hice, desde entonces, cada día y durante mucho tiempo. Pero abandoné el hábito. Después seguí haciéndolo con una app pero no fue lo mismo.


Hoy, mientras caminaba, he pensado en el cuaderno que utilizaré para agradecer a partir de ahora. A mí me transformó. Y de eso suelen ir mis Caminos, de alcanzar pequeños, incluso minúsculos, cambios. Lo dije en Grañón, junto a los peregrinos que subieron al coro para participar en el ritual de la vela.


Me siento agradecida por tener dos pies que esta vez se están requeteportando. Ni medio dolor. Nada.

Tampoco me duelen las piernas ni caderas, gracias, cuerpillo (o cuerpazo).


Me siento agradecida por tener dinero y tiempo para poder caminar.


Me siento agradecida porque no tengo mochila, pero mi padre me presta la suya. En el West Highland Way caminé con otra mochila y eché de menos la de mi padre. Sonará raro, pero llevarla en la espalda, hace que sienta que voy a su lado.


Me siento agradecida por las galletas de limón que he comido ahora que estoy en un pueblo y el único bar todavía no ha abierto.


Me siento agradecida por el viento fresco que sopla justo en este instante.


Me siento agradecida de verdad, desde el alma.


Y no, no hay que buscar razones ultra profundas, que también las siento, porque el tipo singular del curso de magia me lo dijo. Y os prometo que funciona, y te transforma.


Keep walking! 

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