De sombras, oscuridad y luz
1 de diciembre y me apetece compartir aquí, en este espacio que supongo que a estas alturas nadie lee, algunos aprendizajes de este jodido, inesperado y explosivo 2024.
Pobre año, él no tiene ninguna culpa.
Por eso, cuando a lo largo de mi vida alguien me ha comentado eso de 'Bueno, ya acaba este mal año', yo automáticamente pienso que el próximo puede ser peor. No es una cuestión de pesimismo, todo lo contrario. Quiero creer que tiene más que ver con el realismo.
Soy afortunada y de naturaleza optimista, así que nunca pienso en que haya sido un mal año. Dudo que alguien viva solo buenos años. Y a partir de una edad, menos. La vida a partir de los 40 deja de ser (tan) divertida. Reconozco que la mía fue muy divertida, no me quejo. Salí bien parada en la rifa de diversión vital.
En este 2024, que inicié sumida en la tristeza y en la confusión, he transitado muchas sombras y también oscuridad, aunque me niego a creer que mucha oscuridad. También he gozado de destellos luminosos, y debo tenerlo presente.
Hoy, salgo (eso espero) de dos semanas negras. Lesionada y aislada. Pinta no estaba conmigo y no tenía razón para salir y porque así me lo pidió el cuerpo. Y triste. Muy triste. Tan triste que no podía durar más.
El jueves decidí que mi dosis de lavadora mental y drama debía concluir y me apunté a una ruta botánica en el Retiro. Esta mañana he estado a punto de no acudir a la cita, pero lo he hecho. Y se ha abierto una grieta por la que, desde entonces, pasa luz y va directa a mi estado de ánimo.
Por eso escribo este pequeño texto. Para animaros a transitar las sombras y la oscuridad, pero también a saber ponerles fin.
En este jodido 2024 me han vuelto a salvar la lectura y el deporte. También las personas extraordinarias que he conocido en Tigers (club de corredores y corredoras que os recomiendo) que me han dado y ofrecido mil abrazos. El último me lo dio ayer Soraya.
Me ha salvado el Camino de Santiago, una vez más.
Y también romper barreras y atreverme a participar en nuevas actividades como las rutas por montaña que promueve Andrés.
Gracias a haber salido de mi zona de confort, y seguir el consejo de alguien que también está muy cerca en este periodo difícil, Pelayo, he conocido a Patricia, Rut y a Bárbara. Él fue quien me dijo que escribiera en una libreta bonita todo aquello que siempre quise hacer, pero que había dejado aparcado. Por ejemplo, salir a la montaña. Ahí conocí a estas tres mujeres excepcionales.
Subir picachos con ellas hablando de todo y de nada vale oro. De momento, hemos subido uno, pero vendrán muchos más. De hecho, en febrero iremos juntas (y con Andrés y otras personas) a Ordesa (mi magdalena de Proust) a descubrir su belleza con raquetas de nieve.
Hoy también he salido de mi zona de confort. Hubiese preferido quedarme en casa, pero afortunadamente no lo hice.
El paseo botánico de hoy, con Guillermo y un grupo fantástico, me ha descubierto un Retiro nuevo. He visto árboles por los que estoy convencida que ya había pasado y que nunca había mirado, como un espectacular ahuehuete (me encanta el nombre), mimosas, árbol del amor y también el de las pelucas y otras plantas como el acanto o dos espectaculares tipos de salvia.
Desconocía que en el Retiro existen dos huertos urbanos públicos y que pasear por ellos es una maravilla. Me han llevado mentalmente a mi adorado Dumfries.
El Retiro seguramente es el lugar de Madrid en el que más tiempo paso cada semana, desde hace años. A partir de hoy, gracias a Guillermo y el grupo, lo miraré con otros ojos.
Lo miraré sabiendo que hay luz.
No pienso abandonar la libreta de cosas por hacer. La próxima, ojalá que sea en 2025, encontrar un grupo para correr en compañía por la montaña.
Gracias, 2024, estás siendo un gran aprendizaje.
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