Madrid no me mata

Después de haber vivido cuatro años fuera de esta ciudad y uno de ellos, como dice mi madre, "en modo granjera" en el pueblito de Escocia, admito que Madrid se mueve a una velocidad casi de vértigo. Pero yo no pienso marearme. Ahora bien, desde hace algunos días, he sido absorbida por tal ritmo y voy a todas partes casi con la lengua fuera. 

No, Madrid todavía no me mata ni creo que lo haga. Porque me gusta demasiado.

Porque mi barrio se ha puesto demasiado moderno pero cuenta con aperturas tan interesantes como Furtivos (Ponzano, 52). De esta taberna chiquitita habla todo el mundo y no faltan razones. 




La carta es breve, no es necesario más, porque es de nivel. Al tomar asiento en la barra y echarle un vistazo, admito que sentí un poco de ansiedad y quise marcar con el lápiz cada uno de los platos. Puestos a elegir, opté por las navajas, los berberechos, la caballa marinada y el nem de bonito de Burela. 

En Ponzano, hoy por hoy, la oferta es tan amplia que uno se puede perder. Conviene detenerse en este local con un neón en forma de percebe en la ventana. Por cierto, las croquetas de lacón y grelos son obligatorias (y tremendas). 



(© Furtivos)


Porque la lista de restaurantes que quiero conocer es muy amplia y estimulante. De hecho, la nevera de casa está semi vacía y nadie me pilla allí a la hora del almuerzo ni de la cena. 

Empezaré por Fismuler (Sagasta, 29), para comprobar en primera persona en qué anda metido Nino Redruello.

Continuaré con lo último de Javi Estévez, John Barrita (Vallehermoso, 72), y con Kitchen 154, el tailandés del mercado de Vallehermoso. Sin salir del mercado, no pasaré por alto otra propuesta de la que me han hablado muy bien: Tripea.

No los he probado pero sí he visitado esta plaza, que ha cobrado nueva vida y cuenta con una buena y apetecible nómina de restaurantitos. 

Porque los que sí he tenido oportunidad de conocer en primera persona (y con buen apetito) han sido Navaja (Velarde, 42) y Atlántico Casa de Petisos (Avda. de Menéndez Pelayo, 11), y me han convencido de principio a fin. Ambos son altamente recomendables, cada uno con su estilo, pero los dos con muy buen producto. 

En el primero, hay que pedir los mejillones, las ortiguillas (si las hay) y, claro, la navaja. Ah, y las sardinas. En el segundo, no se pueden pasar por alto las croquetas ni tampoco los mejillones con curry verde. De postre: quesos. La selección es muy buena así como la de vinos.



(© CyC)

Porque ahora están de moda más que nunca las tiendas y restaurantes ecológicos, y a mí, que me chifla mirar y remirar las etiquetas de los alimentos y descubrir nuevos productos, me sorprendió Kiki Market (Travesía de San Mateo, 4) y tengo pendiente conocer El fogón verde (Alameda, 4). 




(© Kiki Market)

Sí, casi en cada esquina hay tiendas ecológicas, panaderías y también heladerías. Sea tendencia o no, lo cierto es que la sorprendente combinación de ingredientes y sabores de los polos de Nordikos han hecho que, en menos de una semana, haya ido dos veces. 



(© CyC)


En cuanto al pan, me quedo con el de Oliver Nicols (Santísima Trinidad, 6) y la simpatía de su propietaria, Kay Hespen. Ella, la creadora de Hespen&Suárez y de Cosmen&Keiless, ahora atiende personalmente su pequeño mostrador. Atención a la tarta de queso... 



(© CyC)

Porque El Rastro sigue siendo un planazo para disfrutar del último día de la semana y, como manda la tradición, termina con un aperitivo. Mis locales favoritos siguen siendo La cabra en el tejado (Santa Ana, 29) y Muñiz (Calatrava, 3). Aunque, eso sí, a los 40 ya no se prolongan los domingos como a los 30. 

Lo dicho, a mí no hay quién mi pille en casa... 

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