Sobre la nostalgia

La nostalgia hay que saber manejarla.



Además, alguien me dijo una vez que el exceso de pasado conduce a la depresión y el exceso de futuro provoca ansiedad.

Bueno, pues esta tarde he sentido mucha nostalgia. Sí, porque mi pueblo, Arándiga, es otro. No es peor; es diferente al que yo conocí siendo niña.

Hoy, junto a Claudia, lo he recorrido prácticamente palmo a palmo.

Hemos subido por el Colladillo. Y yo he recordado la de leotardos que rompí con los patines. Así tengo las rodillas de bonitas.



He recordado donde vivían cada uno de mis amigos de los veranos. Porque en invierno éramos cuatro gatos.

He vuelto a esas noches, precisamente de invierno, que pasábamos llamando a los timbres.

Hemos cruzado por el horno.

He pensado que en mi pueblo solo hubo un escaparate, el del estanco, y lo taparon a modo de pared. A mí siempre me pareció el colmo de la modernidad.




Y luego hemos ido al bar, que ahora es el Musta pero para mí siempre será el Coticos, donde yo tomaba Coca-Cola de 25 pesetas, cebolletas rojas (y blancas), duolidos y chicles bang bang.


Y estando en el Musta, al fondo, he vuelto a ver a mi abuelo Juan. Me ha guiñado un ojo con ese gesto de travieso que también era propio de mi tío Carmelo. 


Voy a modular la nostalgia... Quizá el cierzo que hoy más que soplar, azotaba, me ha revuelto...

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