Nada



Me temo que ésa es la medida. Nada. Nada de nada, diría con mayor exactitud.

Ni un virus, ni miles de muertos, ni tanta, pero tanta soledad. Nada ha servido para que cambiemos. 

Seguimos inmersos en la prisa, en la queja, en la crítica. 

En fin sobre esto pensaba esta mañana mientras corría por mi pueblo. Ese lugar, Arándiga, que me sitúa, me equilibra y me recuerda cosas importantes.

Pensaba también en los propósitos del año que llega a la recta final. Debe ser que el otro día vi un par de árboles de Navidad encendidos en el interior de dos casas, y me ha provocado ese estado emocional que, quieras o no, te lleva de lleno a la nostalgia y a la melancolía. 

Pensaba que he conseguido el propósito que me marqué hace doce meses: hacer un puzzle de 500 piezas. 

He hecho dos. 

Las pasadas navidades quise dar un paseo que hacía dos años había recorrido junto a mis hermanos. Entonces, el año pasado, nadie secundó mi propuesta y preferí no caminar sola esos kilómetros. Esta mañana sí lo he hecho, sola y corriendo. Ha sido muy especial. 

En estos meses, he alcanzado más sueños que para muchos y muchas serán diminutivos, pero que para mí son inmensos.

He corrido mi primera carrera de montaña. 

He soñado con mi primera media maratón. 

He vuelto al Camino y fue con la compañía que nunca imaginé y que resultó la mejor.

He regresado al pueblo de los veranos de mi infancia. Lo hice en verano, en julio, que siempre me gustó más que agosto.

Creo que ha sido un buen año, que lo está siendo, aunque lo que veo con frecuencia me haga dudar de si el lugar o no lugar hacia el que vamos merece la pena.

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