Sobre los hermanos




Pienso en mis hermanos y en los hermanos, en general. La palabra hermandad no me gusta. No sé muy bien la razón. Me suena rara, nada natural. 

Me doy cuenta de que la vida vuela y las distancias se acortan. Quizá hubo un momento en el que convivíamos en la misma casa pero apenas nos conocíamos. Era otra edad, qué duda cabe. 

Entonces, yo corría detrás de ellos a todas horas y ellos me gritaban: 'Vete a casa que eres pequeña'. Corrí tanto detrás de ellos, que una vez me caí al río y casi me ahogo. O ése es el recuerdo que guardo. Pablo, mi hermano mediano, se dio cuenta y me salvó. 

Somos tres hermanos que, supongo como en todas las familias, hemos avanzado en la vida asumiendo un rol. Pienso en que estos papeles se están cambiando últimamente. 

Decía que crecimos a ratos como perfectos desconocidos. Y sin embargo, cuando los tres nos encontramos en los 40, parece que necesitamos estar más cerca. 

Cuando era pequeña, las personas de más de 35 años me parecían súper mayores. Por aquel entonces creía que todo estaba resuelto en esa etapa vital y que la vida fluía sin inconvenientes.

Ahora percibo que ésta es la década en la que seguimos con problemas, la enfermedad puede estar presente, en nuestro caso así es, y a cada uno de nosotros, no diré a diario, pero casi, se nos caen los esquemas. 

No me gusta ver sufrir a mis hermanos. Pero algo tiene de bueno y es que hemos aprendido a pedirnos ayuda, a hablar, a llorar y a decirnos 'Te quiero'. 

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