Echaurren, un gran hotel (y más)

Cuando vives en un lugar, generalmente no visitas sus hoteles. Ahora que ya no habito Madrid, espero cumplir mi sueño de dormir en el Hostal Josefina, en mi adorada Gran Vía. 

En La Rioja, me sucede lo mismo. Si bien, por esta suerte de trabajo he podido cenar (a la manera de Pantagruel y Gargantúa) y descansar en un establecimiento único.

Se trata del Hotel Echaurren (www.echaurren.com), en esa localidad tan bonita llamada Ezcaray. ¿Y por qué me gustó?

Porque las nuevas habitaciones son cálidas, acogedoras, como si estuvieras en casa; sentirse así no es tan fácil en un hotel.



En la cama, te abraza una mantita de Ezcaray (www.mantasezcaray.com). Ésas que a mí tanto me gustan. La que me arropó era de un color naranja tan bonito que quiero una igual.

Porque no hay tarjetas y sí llaves.

Porque el diseño impera pero también la cordura. Es fácil encontrar y comprender el funcionamiento de ese pequeño palacio en el que vivirás un ratito.

La jabonera tiene un pequeño huequecito para que la pastilla encaje. Perfectamente. Es decir, para que no se deslice y caiga al suelo. Algo que, al menos, a mí me sucede con frecuencia. ¿Raro? Quizá sí, pero me sucede.

Y claro, porque la cena, bajo las órdenes de Francis Paniego y equipo, fue más que inolvidable. De su mano, plato a plato, paseé por Ezcaray, a lo largo y ancho de sus paisajes, como sus frondosos bosques, tradiciones y costumbres.




Su menú para 2013 lleva por nombre Recorriendo el valle. Todo este trabajo creativo les ha traído una merecida segunda estrella Michelin. ¡Enhorabuena!






Porque en su terraza, la conversación de sobremesa convence de que se está rozando la felicidad.




(© Fotos Echaurren)

Sin olvidar que el desayuno -si queda apetito, que siempre queda- incluye arroz con leche. Por todo ello, quiero volver.

Espero que sea en una noche de invierno para confimar que esa manta de Ezcaray y la cama del Echaurren suponen el refugio más calentito.

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