El destino es el hotel. Dos


Hotel Clarís (www.derbyhotels.com/Claris). Porque está en Barcelona y siempre hay que viajar a dicha ciudad aunque el objetivo sea no salir del hotel. Algo quedará del aire, de la luz.

Porque pronto llegará el calor y querré sumergirme en la piscina de su azotea. Desde ella, observaré qué sucede abajo y decidiré que en otra ocasión puedo perderme por las calles.



(© Foto Cyc)

Porque su desayuno también 'obliga' a cumplir el precepto tan traído y llevado desde la infancia: es la primera y más importante comida del día. Si es en el Clarís, a ella me entrego con calma.

El Hotelito (www.el-hotelito.es). Porque junto a la chimenea, se puede charlar con Cándido y Christina, los propietarios, sobre esos momentos en los que decides ser dueño del destino y cambias el rumbo de tu vida.

Porque tan sólo son 12 habitaciones. Y todos podemos acceder a ellas, también quienes cuentan con movilidad reducida. También las mascotas.

Porque la cama es muy alta y confortable. Ella te abraza. Él también.




Porque las toallas secan de veras. Y son de algodón ecológico.

Porque se puede desayunar hasta las 12.00 horas bocados tan ricos como el bollo de plátano e higos. Lo elabora ella según la tradición de su país, Dinamarca.

Y porque en cualquier momento, en esa media tarde en la que se antoja algo dulce, la tarta de manzana -como la hacía su abuela- es irresistible.




Porque organizan multitud de actividades para descubrir el entorno de Navaluenga y las estribaciones de la Sierra de Gredos: montar a caballo, salidas para observar la flora y la fauna, contemplar las estrellas...



(© Fotos El Hotelito)

Pero yo decido quedarme en El Hotelito sin hacer nada.

Valdepalacios (www.valdepalacios.es). Porque en cada estancia común, hay una chimenea (o dos). Y sentir, de cuando en cuando, el aroma a leña reconforta.



(© Foto Valdepalacios)

Porque, junto a la piscina exterior, el sol de invierno calienta y es una delicia.




Porque en el restaurante Tierra hay candelabros de plata con velas encendidas. Apenas se encuentran ya candelabros. Y su carrito de 'petits fours' no es como el del Bulli, pero no está nada mal. 

Por la bañera de la habitación 43. Por la firma londinense Molton Brown, una de mis favoritas. 




Por amanecer con el sonido de los pájaros y, con tan solo con incorporarse en la cama, ver el campo.

(© Fotos Cyc)


Porque se puede abandonar el hotel tarde y no justo a las 12.00 horas.

Me quedo con los pequeños detalles. Son los que importan.

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