Quiero luz, quiero sol... quiero olores



Está siendo un lunes demasiado lunes. Nada original. 

Supongo que es la falta de luz. Así que cada vez que recibo alguna foto del cielo que observa mi familia desde su terraza, me ahoga la nostalgia. Y también la envidia de no estar allí y, al mismo tiempo, la alegría de que ellos puedan dejar que la luz, el sol y el aire toquen sus cuerpos. 

Me detengo por unos minutos a pensar en qué quiero hacer cuando esto acabe. Y me sorprendo a mí misma porque siento la necesidad de recuperar olores. 

Siempre he creído que para mí el olfato es importante. Y en estas circunstancias, se agudiza esa idea.

Quiero oler. Necesito oler. 

A los melocotones, cuando es verano. También a las hojas de las higueras. Por supuesto, que unos y otras sean de mi pueblo. 

Y a tomate. Me encanta el olor de la tomatera. Me fascina ese olor cuando bajo al huerto de Monteagudo. Siempre paso las manos por las hojas. Ahora recuerdo que hace un tiempo, en una floristería encontré una vela con olor a tomatera. No la compré porque me pareció cara. Ahora mismo pagaría por ella.

De mi pueblo, Arándiga, quiero oler la panadería.

Quiero zamparme unas chuletas con mi familia, pero sobre todo necesito olerlas. Hablando de leña, quiero que llegue el otoño y llegar cualquier viernes por la noche, aparcar delante de la casa de él, y decir lo que siempre digo: 'Qué bien huele a leña'.

Quiero oler la farmacia de mi hermano. Creo que ya escribí aquí que desde que me fui de casa, a los 17 años, siempre que regreso, preciso unos minutos para mí sola, apoyada en el mostrador. Siempre, siempre, cierro los ojos y aspiro. Las farmacias huelen y la de mi hermano, que antes fue de mi madre, tiene su propio aroma.

Quiero oler a mi sobrino pequeño cuando sigue dormido. Sobre todo porque pronto me dirá que meta la nariz en otro lugar. 

Quiero oler a Frida, aunque apeste a 'zurrapas' del río.

Le diré a mi madre que haga tarta de manzana. Hace mucho tiempo que no hace y necesito su olor. 

Caminar conmigo suele ser un rollo. Me detengo mil veces para ver plantas, olerlas... La próxima primavera dado que ésta no la voy a vivir allí fuera, pienso oler cada nazareno que encuentre en el campo. Buscaré narcisos silvestres en la ladera de ese monte en el que siempre había cuando era niña. Cerraré los ojos y pensaré en Miguel. 

Quiero oler el tomillo, el romero... esas plantas que para mí son hogar. 

El otro día, el hermano del que empiezo a hablar ahora, me mandó fotos de su último paseo. Y yo cada día, las miro. Y casi, casi huelo. No se imagina el regalo que me hizo. 

Quiero luz, quiero sol. Quiero olores. 

Comentarios

Entradas populares